Octobre

  

My new obsession . . .  




  





Maps. History Department, Columbia University.


This stack is taller than I am. But I'm short.



FRENCH. FRIED. But I'm getting better!



Pooks!




Brooklyn meets Panamá.




Septembre


Blue moon with slice of orange.


The beginning.



The ending.



Of the sea.



Of the bourgeoise. 

Fin


It's the end of summer.



A new neighborhood. 
Spanish Harlem, or SpaHa. 

The Absence of Words

I've been silent because I have been afraid to begin again.
But here I am. At the beginning. 
Again.


I went to Boston for a wedding.
This was the skyline from my hotel room window.
 If you look closely you'll notice how the lights 
cast their reflection on the Charles River.



In Boston, one of America's oldest cities the old contrasts with the new.


My sister and I traveled from Boston to New York city by bus. 
After the five hour bus trip we made the trek from Port Authority to our hotel in Harlem. Exhausted, we looked skyward and found this message.



Apartment hunting = sticker shock.


Little Italy, the not so little tourist trap.


Hurricane Isaac sends his ♥
I've been inside for days.







Mirrors

//// I have decided to compile a series of ephemera -- visual arts, music, and text -- that correspond to my novel Noriega's Daughter. Below Simulacro by Jorge Luis Borges. ////

EL SIMULACRO

En uno de los días de julio de 1952, el enlutado apareció en aquel pueblito del Chaco. Era alto, flaco, aindiado, con una cara inexpresiva de opa o de máscara; la gente lo trataba con deferencia, no por él sino por el que representaba o ya era. Eligió un rancho cerca del río; con la ayuda de unas vecinas, armó una tabla sobre dos caballetes y encima una caja de cartón con una muñeca de pelo rubio. Además, encendieron cuatro velas en candeleros altos y pusieron flores alrededor. La gente no tardó en acudir. Viejas desesperadas, chicos atónitos, peones que se quitaban con respeto el casco de corcho, desfilaban ante la caja y repetían: Mi sentido pésame, General. Este, muy compungido, los recibía junto a la cabecera, las manos cruzadas sobre el vientre, como mujer encinta. Alargaba la derecha para estrechar la mano que le tendían y contestaba con entereza y resignación: Era el destino. Se ha hecho todo lo humanamente posible. Una alcancía de lata recibía la cuota de dos pesos y a muchos no les bastó venir una sola vez.

¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebre farsa? ¿Un fanático, un triste, un alucinado o un impostor y un cínico? ¿Creía ser Perón al representar su doliente papel de viudo macabro? La historia es increíble pero ocurrió y acaso no una vez sino muchas, con distintos actores y con diferencias locales. En ella está la cifra perfecta de una época irreal y es como el reflejo de un sueño o como aquel drama en el drama, que se ve en Hamlet. El enlutado no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, para el crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología.

J.L.B.